domingo, 27 de marzo de 2011

Clamores: Un retrato independentista desde la última orilla del país

Introducción
El lunes 15 de noviembre de 1813 se publicó en Mérida, Yucatán, el primer número de los 26 que tendría el periódico Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura. Se trata probablemente del más importante documento periodístico en torno a la Guerra de Independencia gestado en la península. Su autor fue Don José Matías Quintana del Campo y León, padre de Don Andrés Quintana Roo; el impresor fue Don José Fernández Hidalgo, primer impresor de Yucatán, en los talleres propiedad de Don Francisco Bates, en la que para muchos estudiosos fue la primera imprenta de Yucatán.
Ni Clamores fue el primer periódico del estado, ni constituyó la primera experiencia del impresor; ya el primer día de marzo de 1813 había aparecido El Misceláneo, del que se harían 166 números (aparecía tres veces por semana), en la propia imprenta de Bates. El 2 de abril del mismo año salió El Aristarco Universal, dirigido por Don Lorenzo Zavala, con pie de imprenta de Bates, y del que habría 37 números.
El tercer periódico, nuevamente impreso por Bates fue El Redactor Meridano aparecido el 20 de mayo de 1813 y que llegó a contar con 32 ediciones y cuyo autor fue otra vez Don Lorenzo de Zavala. Del cuarto periódico sólo se conocen datos por El Misceláneo pero no hay ejemplares: se trató de El Semanal de la Diputación Provincial cuyo redactor fue Don José Antonio Medir. Circuló en junio de 1813 y como su nombre lo señala era un órgano de la Diputación Provincial.
La sola aparición de cinco medios impresos en el lapso de nueve meses lleva a suponer una enorme efervescencia política y una gran necesidad de manifestar ideas. Al encontrarse demasiado lejos de la Capitanía General de la Nueva España, Yucatán gozaba de cierta autonomía política que había permitido a las clases acomodadas mantener a los indios sujetos a altas contribuciones, situación con la que no todos los criollos estaban de acuerdo.
Convocados a la sacristía de la iglesia de San Juan por el sacerdote Vicente María Velásquez, primero para llevar a cabo actividades religiosas y luego para discutir ideas políticas, se reunieron entre otros José Matías Quintana, José Francisco Bates y Lorenzo de Zavala; así se conformó un grupo liberal que fue conocido como Los Sanjuanistas. De Zavala había apoyado desde el año anterior las reformas de la Constitución de Cádiz.
Los Sanjuanistas pretendían desconocer a la metrópoli pero no romper relaciones con ella, mediante un convenio de separación de gobiernos. Así, Don José Matías Quintana emprendió la publicación de Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura, a fin de promover la Independencia de la Nueva España. Antes Zavala había cerrado su periódico El Redactor Meridano al no poderlo sostener económicamente y desilusionado por la falta de interés del público.
Desde el punto de vista del diputado Miguel Ángel Menéndez, (quien pronunció el discurso en el Senado al descubrirse con letras de oro el nombre de Don Andrés Quintana Roo, el 6 de noviembre de 1939) Los Sanjuanistas tenían el “propósito central de obtener que las Cortes Españolas legislaran en sentido de conceder ciudadanía a los indígenas de América –esto es: igualdad ante la ley– y les librara de pagar obvenciones y tributos eclesiásticos”.
El propio Quintana define así qué es un Sanjuanista:
…es aquel que observa públicamente la R. C. A. R. que ama á la Constitución: que vive sugeto á las leyes; que respeta á las autoridades entanto cuanto estas cumplen con las obligaciones de su ministerio. No á quienes no obedecen cuando sus mandatos no son conformes con la (ilegible) de la voluntad publica, que es lo que propiamente forma el carácter divino de la santidad de la ley: y el Sanjuanista verdadero jamás separa de su corazón esta máxima sagrada como regla de conducta, que la autoridad no debe ser respetada sino en cuanto cumple con el objeto de su institución.
Tales eran las circunstancias que rodearon la aparición del periódico Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura. Su cierre ocurriría poco después de ser hecho prisionero don José Matías Quintana el 27 de junio de 1814. El ejemplar número 26 había sido publicado poco más de dos meses antes, el 9 de mayo de 1814.
Los primeros ejemplares
Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura era un semanario de cuatro páginas que aparecía los lunes con un costo de 6 reales por tres números, un real y medio el ejemplar suelto y 4 reales por uno solo para “los de fuera”. Existe en la Hemeroteca Nacional una colección rescatada por la familia Quintana luego de mantenerla enterrada por varios años. Por su brevedad con frecuencia publicó documentos fragmentados, y continuó con la parte restante en el siguiente ejemplar. Si ésta no llenaba las cuatro páginas se comenzaba con otro texto que generalmente quedaba también inconcluso. La numeración de las páginas es consecutiva por lo que llega hasta la 112, incluido el suplemento en dos partes al ejemplar número 7.
Su primer artículo, cuyo contenido equivale en buena medida a un editorial que explica su objetivo, expresaba que la Nueva España no buscó la Independencia sino que fue obligada a ella por la represión, y rechazaba confundir la debida obediencia con la aceptación “de bajezas y sometimiento”. En ese mismo ejemplar, el número uno, Quintana reproducía una carta cuyo autor se reserva por no contar con el permiso de publicación; en ella se denuncia cómo los funcionarios novohispanos engañaban al rey sobre la supuesta pacificación de la Nueva España, lo que incluso le valió al virrey Francisco Javier Venegas obtener la Gran Cruz del Rey Carlos III por esos falsos servicios.
Desde ese primer ejemplar Venegas fue visto como uno de los enemigos declarados del pueblo. Se le acusa de no oír argumentos y poner al pueblo contra el pueblo, lo que en el análisis de Quintana devino en el aumento de las huestes insurgentes al fomentar la rivalidad entre criollos y europeos. Los primeros aspiraron entonces a la Independencia, y al ser separados de España, eran según él, presa fácil de otra potencia extranjera. Luego inicia una carta dirigida al cura José María Morelos por Matías Quintana, la mayor parte de la cual reserva para el siguiente ejemplar.
La continuación de la carta en el segundo número expresa las tesis políticas que enarbolaban al principio del conflicto Los Sanjuanistas, a saber: que habiendo una Constitución la insurgencia era innecesaria, que son españoles todos los hombres libres nacidos y avecindados en México, que la religión católica es la única y verdadera y que el objeto del gobierno no debe ser otro que la felicidad de la nación. En fin: que se invitaba a los insurgentes a deponer las armas. Algunas de estas posturas se irían modificando con el curso de los acontecimientos.
Aquí el autor abre un paréntesis para dar a conocer la muerte de su hija Tomasa. Luego retoma el tema político para señalar que las leyes no sólo aseguran los derechos sino que “nos autorizan para usar de ellos a la fuerza, aún cuando alguno pretenda violárnoslo o usurpárnoslos” pero insiste en la necesidad de apaciguar la revuelta. En un segundo artículo denominado Reflecsiones (sic), llama al virrey “desnaturalizado oprobio de los españoles” y lo presenta como un criminal que inició una guerra sin tener el derecho divino ni el soberano. Es el mismo ejemplar en el que hace pública la carta de un amigo que le informa que su hijo, Andrés Quintana Roo, no ha sido aprehendido como teme serlo este anónimo informante, quien describe la cantidad de difamaciones y persecuciones a que son sometidos los disidentes del Virrey.
Continúa en el tercer ejemplar la crítica a Venegas y sus funcionarios, al reproducir las quejas que llevaron los ciudadanos a la Junta Central. Por ejemplo, que se destituyó injustamente a dos oidores de apellidos Villafañe y Villa-Urrutia (éste último, el único oídor criollo), mientras se otorgaba un salario de nueve mil pesos al teniente general realista Pedro de Garibay, e incluso se aprehendió y destituyó al virrey Iturrigaray que sería sustituido por Garibay, lo que desde su punto de vista produjo el levantamiento de septiembre de 1810.
Enseguida señala cómo él se ofreció a mediar con Hidalgo y Allende para evitar la efusión de sangre, cosa que no fe aceptada y en cambio le atrajo una serie de ataques. Disuelta la Junta se le prohibió a Quintana publicar una proclama bajo el argumento de que “no era aún tiempo” pese a que uno atrás de otro los países de América se independizaban de la corona española, ejemplo que prevé querrían seguir muchos en la Nueva España. Y en seguida reproduce una proclama del 20 de abril de 1810 que describe cómo se inventaron cargos a los disidentes con el fin de encarcelarlos, él mismo incluido.
En el cuarto ejemplar continúa la proclama en que se cuestiona la enemistad entre criollos e hispanos, tema al que volverá de manera recurrente Don José Matías Quintana, pues insiste en que la división facilitará la esclavitud que Europa le preparaba a América; por la división de los pueblos indios avanzó el conquistador y por la de los criollos y españoles haría otro tanto la Francia del pequeño Napoleón. Y reitera que “Nosotros jamás intentamos romper la atadura que nos unía al trono español, gobernado por sus legítimos reyes, y acaso no se presentará en el cuadro de la historia igual exemplo de lealtad dado continuamente por el espacio de cerca de tres siglos. ¿Qué más se puede pedir de nosotros?”.
El tono de la denuncia sube con cada ejemplar. Para el quinto, Don José Matías Quintana usa términos lapidarios para señalar la postura de la Junta Central, a cuya “criminal parcialidad” atribuye que creciera el descontento. La persecución contra la insurgencia es relatada en estos términos:
“La risa, el llanto, la seriedad, hasta una sola mirada inadbertida (sic), era suficiente delito para prender al infeliz que había tenido la desgracia de nacer en este emisferio, y sus jueces eran no solo los constituidos en alguna autoridad, sino todos aquellos que esperaban la sentencia de un pleito, una subdelegación o alguna otra gracia del gobierno. Yo le oí a uno de estos candidatos que denunció como insurgente a un infeliz que estaba conversando con otro compañero suyo en una calle de México, solo por que al pazar oyó que dixo que era nacido en la N. E. y lo contaba con tanta petulancia, como una azaña por la que esperaba un premio. Es casi impocible el poder dar idea de las atrozidades cometidas en los fidelísimos Americanos especialmente en aquellos que la virtud, el talento ó la opinión publica los hacia más sospechosos, y mas observados”.
El final del quinto y el principio del sexto ejemplar reproducen –nuevamente como prueba de las atrocidades del régimen de Venegas– la carta de un joven que pide a un amigo cuidar de sus padres mientras dura su prisión, causada por ser inquilino de un supuesto insurgente. El joven en esta historia finalmente fue ejecutado pese a que jamás se le probó participación alguna en actos subversivos.
No carecía Don José Matías Quintana de recursos literarios. Uno de ellos es el denominado “Constelaciones”, título que daba a comparaciones metafóricas entre las figuras atribuidas a agrupaciones de estrellas y los actores políticos de su época “por la analogía que tienen sus propiedades con las de los individuos, cuyos retratos voy á formar con los mismos colores que ellos me subministren”. Con esa argucia retórica busca explicar el “influxo maligno” de personajes como Torquato Truxillo, pariente del virrey Venegas que las Gazetas de México nombran como coronel cuando de todos “es sabido tenía grado de teniente coronel” con el fin de darle a la batalla del Monte de las Cruces “todo el ayre de grandeza y marcialidad que se pretendía figurar”. Cabe citar aquí la curiosidad de la aparición de un par de avisos publicitarios: uno sobre la venta de una accesoria y otra sobre la publicación en la imprenta de Bates de una “instrucción para beneficiar la grana a 8 reales el cuadernillo”.
El séptimo número termina con las constelaciones y luego denuncia el uso de fondos públicos para grabar en una laja de piedra un soneto alabando a Venegas. En el octavo ejemplar reproduce como prueba de su honestidad la carta de “un europeo imparcial” que es más bien un enemigo declarado de la insurgencia, describiendo el avance de las tropas de Hidalgo hasta las afueras de la Ciudad de México y cómo retrocede en vez de tomarla. Y en la novena edición hace el análisis de los hechos relatados por aquel europeo imparcial, de donde concluye que el descontento contra la corona ya se había difundido por todo el país, y sobre todo a partir de la protección que dio a Junta Central a los peninsulares que aprehendieron a Iturrigaray, las prebendas para aquellos que trajo Venegas y la aprehensión injusta del corregidor Miguel Domínguez.
Por ello, explica, hay “una secreta fermentación y resentimiento en el corazón de todo americano, de aquellos que nada tienen que perder” e ironiza contra los prodigios de valor que con tanto aire de triunfo presentan aquellos guerreros españoles contra gentes desarmadas. Y aunque mantiene su postura acerca de que lo mejor hubiera sido atajar la revolución, ahora la justifica:
Será verdad que los insurgentes de México cometen desórdenes; mas pedir razón y moderación en un pueblo en quien la opresión y la injusticia hace tomar las armas, es pedir imposibles.
El periodo de endurecimiento
Los rumores sobre la probable caída de Fernando VII comenzaban a circular y con ellos, los cuestionamientos sobre quién era depositario de la soberanía, hechos que aumentaban el descontento. Hay a partir de este ejemplar una cierta radicalización en el discurso de Quintana.
Es así que una de sus Constelaciones compara a Félix Calleja con La Hidra, “por la semejanza que tiene en todos sentidos con este animal venenoso, o con el monstruo de la fábula, aquien los poetas fingían habitaba en el infierno, con siete cabezas, que renacían conforme las iban cortando”. Luego lo compara con Herodes, cuya felonía sólo alcanzó a los niños menores de dos años mientras Calleja “extendió el suyo á los niños y á los párbulos, á los jóvenes y á los ancianos de la populosa ciudad de Guanaxuato”.
El número 11, cuyo cabezal tiene un error mayúsculo pues pone Clamoles, habla de la premura con que había que hacer el semanario. En el número 10 se pone por primera vez “Mérida”, y en el undécimo, posiblemente para aclarar la confusión con la ciudad española del mismo nombre, escribe “Mérida de Yucatán”.
En ese mismo ejemplar pide nuevamente a Morelos apegarse al espíritu de la Constitución, para no convertirse en tirano. En la duodécima edición responde con dureza a los ataques recibidos por parte “de los señores Domine y Sobrino” y pone un énfasis especial en hacerles entender que él no era un insurgente:
No me había determinado contestar a sus anteriores desvaríos, nada más que por no ser insulso con los insulsos; pero atendiendo a que los extravíos de su desorganizado cerebro lo conduce para ofender al cuerpo civil, a la manera que un frenético sin saber que dice ni que hace hiere a uno, lastima a otros y la sociedad no está libre de un mal mientras no lo aseguren y enjaulen; á este modo me hayo obligado á encadenarlo y ligarlo á V. con las ataduras de la razón…
Enseguida lanza un apasionado discurso en torno a la estupidez que significa tratar de apaciguar a los insurgentes insultándolos en vez de razonando con ellos, y cómo de tal estupidez derivaría una mayor violencia, lo que hace de sus detractores unos insurgentes, pues serían ellos –y no quienes pretenden con argumentos restaurar el orden– la causa de mayores conflictos.
No está exenta la redacción de Don Matías Quintana de cierto toque de humor: narra en el número 13 cómo dos soldados de Olinto que entregaron su patria a Filipo de Macedonia se quejan ante éste de que los soldados macedonios los llaman traidores. Filipo los consuela con esta frase: No hagáis caso de lo que dicen hombres groseros que llaman á cada cosa por su nombre. Y procede entonces a decir “las atrocidades” que atañen al virrey Venegas así, por su nombre, al compararlo con la constelación de la ballena “por la semejanza con que segun la pintura que nos hizo de su ignorancia, inepcia &c. el Exmo. Sr. C.G. D. Gregorio García (…) tiene S. E. con las propiedades de este Aguatil grande”. Regresa entonces al asunto de los españoles que prendieron al virrey Iturrigaray y al corregidor de Querétaro, a quien erróneamente llama Manuel Domínguez.
Luego hace un emotivo exhorto a los insurgentes a permitirle ser su mediador ante los españoles:
¿Despreciaréis los fuertes clamores de un padre de familias que ensordecido á las caricias de su virtuosa esposa, á los ruegos de sus queridos hijos y á las súplicas de sus mas tiernos amigos, nada ha sido capaz de retraerlo de la empresa grande de trabajar hasta alcanzar el medio de conciliar las diferencias que despedazan a los hijos de una misma madre, adoradores de un mismo Dios y observadores de una misma ley?
Al final inserta una sección publicitaria donde se ofrecen vinos de Málaga, isleño y tinto superior en frascos y en barriles.
En su número 14 se ve obligado a escribir el nombre del enemigo de España, Napoleón, pero lo hace de cabeza, como antes lo hizo ya con el nombre de la inquisición. No pierde, pues, ninguna oportunidad de cobrar las afrentas hechas a su causa. Dedica el ejemplar a describir una serie de bandos dictados por Venegas, uno de los cuales por ejemplo impide a un sacerdote atender a un enfermo o moribundo pues cualquiera que salga de noche puede ser “pasado por las armas inmediatamente sin otros tramites ni formalidades, ni darles mas tiempo que el preciso para que se dispongan á morir cristianamente”
Continúa con el tema en la edición décimo quinta, en la que denuncia cómo fue hecho prisionero El pensador mexicano, José Joaquín Fernández de Lizardi, por solicitar a Venegas la derogación del bando en cuestión y además cómo se prohibió a los habitantes de la Nueva España escribir. Y luego hace notar que si a Hidalgo se le excomulgó por tener presos a varios clérigos por un breve lapso, la pena que correspondería a la gran bestia, el virrey Venegas, por alentar el asesinato de sacerdotes, tendría que ser mucho mayor. Curiosidad de la época: aunque le llame la gran bestia no deja de utilizar el Sr. e incluso S. E. o Exmo. Sr. al aludir a Venegas. Y aunque parece defender a la iglesia de los excesos de los realistas no se guarda tampoco las críticas al obispo poblano, Don Manuel Ignacio Gonzales del Campillo, quien insta a los sacerdotes a armarse contra los insurgentes y al vallisoletano Manuel Abad y Queipo, autor de la excomunión de Hidalgo.
En el ejemplar 16 acusa abiertamente al obispo poblano de que “exhorta á la guerra, da reglas para animar a la pelea”. Pregunta “¿en qué parte ó donde de la escritura ó de los cánones hayaria el Sr. obispo de Puebla la facultad para mandar á los curas que agavillasen gente para matar católicos?”
De esto se desprende que ante todo, Don José Matías Quintana no estaba con ni contra la Iglesia como tal, sino con el sector clerical ilustrado que compartía su causa. Y los defiende con argumentos religiosos, pues si bien era comerciante, se hizo de una sólida preparación que le permitió acceder al pensamiento ilustrado. Los ejemplares 17 y 18 siguen dedicados a la misma diatriba. Sólo en este último inserta un brevísimo artículo de apenas ocho líneas, bajo el título de “Conmemoración” para referirse al año anterior, cuando las calles de Mérida fueron ocupadas por tropas realistas.
La persecución a Los Sanjuanistas
El número 19 da cuenta de la persecución iniciada contra Los Sanjuanistas por el obispo pues a su decir “constaba en diligencias judiciales que en la sacristía y casa de la iglesia de S. Juan, de cargo del presbítero D. Vicente Velazquez se juntaban a deshora de la noche varias personas eclesiásticas y seculares:::: a soltar proposiciones impías y temerarias &c.” A raíz de ellos se prohíbe toda junta fuera de noche o de día, en la iglesia o fuera de ella, por lo que el sacerdote Velázquez decide no tocar las campanas para la misa, lo que generó protestas ante el obispo:
El vecindario de San Juan, resentido de que sus solemnidades religiosas se celebrasen en silencio sin estar en entre dicho, representó a su S. S. Ilma. por medio de la piadosa Sra. D. Feliciana Echeverría, la que quexándosele y lamentándosele de que el culto del divinisimo estubiese tan perseguido y mal opinado por causa de su edicto que prohibia toda junta de noche ó de día, en la iglesia ó fuera de ella hasta el extremo de haber huido los eclesiásticos de la asistencia de la iglesia por temor de incurrir en la censura del Sr. obispo contestó a la Sra. diciéndola que bien podía asistir a la misa de renovación
La amenaza de excomunión pendía sobre el grupo. En el 5º número de El Sabatino, aparecido en 1814, un tal Sr. Sigueza o Siguenza (Sigüenza) les llamaba “cismáticos y excomulgados”, a lo que da respuesta Quintana en dos vindicaciones: una sobre Los Sanjuanistas y una personal. Sigueza resultó ser el sacerdote Pedro Dorantes quien, refiere Quintana, fue cuestionado por los lectores de El Sabatino sobre la falsedad de sus declaraciones, a lo que el cura respondió “Son mis sentimientos”, de lo que Quintana hace un irónico texto al final del ejemplar.
Don Matías publica en su vigésima edición el “Elogio del Sr. D. Fernando VII, rey de las españas, presentado a la nacional y ponteficia universidad de México para el certamen literario que celebró en loor de su coronación el año de 1809, por su hijo, el Lic. D. Andrés Quintana y Roo”. Es la tercera vez en 20 ejemplares que hace una alusión a su hijo; la segunda de ellas tan velada que apenas ocupa cuatro palabras y no da su nombre. Ahora, tras reproducir el texto con que gana el certamen de la Universidad, se queja Don Matías de que el mismo sirvió para que “el premio que había ganado se le contase como un primer crimen”, pese a que se trata de un texto elogioso al rey.
En el número 21 nuevamente se dedica a la situación de su hijo Andrés. El segundo delito que se le acredita lo narra su padre como el de convocar a los sabios de América a hacer el elogio de dos ínclitos yucatecos muertos en Gerona, Don Alonso y Don Felipe Peón de Maldonado. El tercer crimen que se le imputa es una invectiva contra los insurgentes. Abandona el relato de las desgracias de su hijo para denunciar cómo el R. P. F. Diego Miguel Bringas usó el púlpito para denostar a la insurgencia con la que considera una serie de falsedades, como la de dar el título de “Clementísimo” a Calleja, luego de la matanza que efectuó en Guanajuato.
Las irregularidades en el juicio seguido a su hijo, menor de edad según las leyes de la época, al que se le niega “un curador que proteja su menoría”, el modo en que se le amenaza, se le impide fundamentar su defensa y se le limita a contestar sólo con sí o no ante los tribunales de la inquisición, ocupan parte de la vigésima segunda edición. Enseguida retorna a la vindicación de Los Sanjuanistas, que había hecho a un lado para ocuparse de la suerte de su hijo. Un tercer artículo reseña la elección por los miembros de la Junta Electoral de Provincia, del diputado a Cortes D. Agustín Zavala.
El número 23 se dedica a la reproducción de la defensa que hizo de sí su hijo tras su aprehensión en 1809; en ella se descubre que la historia relatada antes sobre un joven cuyo delito era ser huésped de un sastre acusado de insurgente, es la misma historia que aparece en los números cinco y seis, sólo que el acusado ésta vez no muere y tiene un nombre: Andrés Quintana Roo.
Tras ir de tribunal en tribunal y de juicio en juicio, Quintana Roo lograba su libertad en 1811 –dos años antes de iniciarse la publicación de Clamores–. Con ello finaliza la historia de aquella aprehensión injusta. Recién casado con María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, se vio obligado nuevamente a huir, según señala su padre en la vigésimo cuarta edición. Dedica el resto del ejemplar a defenderse de otros detractores. Inicia el número 25 con otra de sus Constelaciones, en la que compara al brigadier José de la Cruz con un lobo carnicero, de la misma camada de la gran bestia, el virrey Venegas y a cuestiona las actividades militares del obispo de Antequera, Antonio Bergosa y Jordán, que no son sólo contrarias a la lógica cristiana sino al derecho canónico. Por último, da contestación a los Ilustres guerreros de Campeche, quienes le reclaman el no haberlos mencionado en su periódico, y a quienes ofrece una disculpa pues pensó que de hacerlo se habría gestado otra oportunidad para que sus enemigos lo calumniasen.
Más interesante aún es el hecho de que prevé ya el cierre del periódico:
“…voy a demostrar, la fidelidad, la obediencia y el sufrimiento de la recomendable, valerosa y benemérita topa de Campeche: No lo haré en mi primer tomo de los clamores, por que su estado, y las urgencias de mi propia conservación, me obligan a suspender esta gustosa tarea…
El ejemplar 26, último de los Clamores, lo destinó a terminar la historia de los sufrimientos de su hijo Andrés y de su nuera, Leona Vicario, “niña joven de poco más de 20 años” a la que el gobierno hace comparecer con la intención de que delate a una serie de personas. Ante la negativa de Leona Vicario, la autoridad la toma presa a ella en el Colegio de Niñas de Belem, de donde es rescatada pistola en mano por varios hombres, obviamente organizados por Don Andrés, su marido. Ésa es aparentemente una de las últimas noticias que tiene Don Matías de su hijo, pues en el momento en que escribe, mayo de 1814, ya no sabe si está vivo o no.
El postrero artículo de Clamores se llama Despedida del autor. En él se disculpa ante los lectores por si hubiese hecho alguna ofensa y añade que se le dé por retractado de ella; pide a los yucatecos que no le den más credibilidad a sus escritos que la que merecen por los documentos en los que se apoya.
Revela que acudió a los tribunales a exigir que sus enemigos probasen sus imputaciones pero estos “se han acogido á su fuero eclesiástico, temerosos de que la ley del talión castigase sus detracciones”. Al final, Don Matías se duele de los ataques que le valió la redacción de sus Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura y asegura por última vez que no es un insurgente sino un convencido defensor de la Constitución, enemigo de la tiranía y la injusticia.
Conclusiones
Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura, de José Matías Quintana, es un ejemplo de las dificultades que tuvieron las provincias más lejanas de México de informarse sobre los hechos que ocurrían en la capital, cuando no había más que fiarse de las noticias de viajeros y de la veracidad en los papeles o sueltos, como se denominó a los informativos de la época.
Sus contenidos pueden clasificarse en artículos de opinión, documentos, análisis de los documentos e historias familiares, pero todo ello relacionado con la situación política del país, con la salvedad de la noticia sobre la muerte de su hija Tomasa. La forma en que se vivió la Independencia puede deducirse de estos 26 ejemplares a los que el autor pone fin de manera voluntaria ante los riesgos cada vez mayores que corría, tanto así que dos meses más tarde será enviado a la prisión de San Juan de Ulúa.
El papel servil hacia el virrey que tuvieron muchos eclesiásticos contrasta con el de los sacerdotes insurgentes, que delata por lo menos un grave desacuerdo entre los religiosos, extendido desde los púlpitos a la población.
Así, había una población polarizada por el ala conservadora de la sociedad y el pensamiento ilustrado, con una intervención constante de la iglesia. Como hoy, había una militarización excesiva que, a falta de otros métodos de control más refinados, recurría al toque de queda, la amenaza, la tortura, y usaba el fantasma de la excomunión y la inquisición –supuestamente abolida en las Cortes de Cádiz en 1813– para infundir temor. Y como hoy, el manejo político del miedo nos hacen preguntarnos luego de leer estos 26 números de Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura, ¿qué tanto hemos avanzado, qué tan diferente es este país del de hace doscientos años?
Fuentes:
Canto López, Antonio. (1943) Reseña de la historia de los primeros años de la imprenta y del periodismo en Yucatán. Boletín de Bibliografía Yucateca, Órgano de la Biblioteca Yucateca “Crescencio Carrillo y Ancona” del Instituto de Etnografía, Historia y Bibliografía de Yucatán. No. 16. Disponible en
http://www.archivogeneral.yucatan.gob.mx/Efemerides/Independencia/Independencia.htm

Debates de la H. Cámara de Diputados. (2010, octubre) Disponible en http://cronica.diputados.gob.mx/DDebates/37/3er/Ord/19391106.html
Quintana, José Matías. (1813-1814) Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura. Disponible en http://www.antorcha.net/index/hemeroteca/clamores/clamores.html
Ruiz Castañeda, María del Carmen. (1986) Prólogo a la reimpresión facsimilar de la colección del Senado de la República de. Clamores de la fidelidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura. Disponible en http://www.senado2010.gob.mx/docs/bibli

Investigación periodística: la hermana pobre

Introducción
Durante muchos años, la academia manifestó un profundo menosprecio por la actividad periodística. La acusaron de superficial, carente de rigor científico, poco seria, cuando no se le consideró comprometida con turbios intereses. Más aún, se ha llegado al extremo de cuestionar si se trata de una profesión o de un simple oficio, que no tendría derecho a ser enseñado en las universidades, lo que pone a nuestra disciplina en el mismo nivel que el oficio de zapatero remendón: algo que se puede aprender de modo empírico con un poco de observación y alguna práctica. Aquí mismo en Acatlán, hace algunos años cuando ocurrió una revisión del plan de estudios, hubo voces que demandaron la desaparición de las asignaturas de géneros periodísticos, al fin que con la Internet, “el periodismo iba a desaparecer”.
No es posible negar, en honor a la verdad, que hay múltiples ejemplos de una prensa ramplona, complaciente y muy mal hecha. Es más: hay que reconocer que así es la más amplia mayoría de la información que se hace pública a través de los medios, escritos y electrónicos por igual en nuestro país. Del mismo modo que otra vez en honor a la mismísima verdad hay que decir que instituciones como Conacyt están llenas de “científicos” que se dedican al refrito o ingeniosos organizadores que inventan un proyecto, involucran a medio mundo y luego publican el trabajo ajeno bajo su propia firma amparada por adjetivos como “compilador”.
Pero no se trata aquí de demostrar quiénes son peores, si los detractores de la prensa o ésta última, sino de argumentar en qué sentido el buen periodismo sí es investigación, y lo es de primerísima calidad, pese a la –no falta de reconocimiento, sino peor aún: al regateo de sus logros más evidentes–.

El estado de la cuestión
En un país que ostenta el dudoso honor de ser el segundo más peligroso del planeta para el ejercicio periodístico , es fácil adivinar la existencia de dos tipos de reporteros: los que no investigan y se convierten en voceros del poder y los que hacen investigación y se convierten en víctimas de las múltiples formas de violencia de Estado.
Y gracias a la guerra implementada por Calderón, los periodistas mexicanos están hoy más impedidos que nunca de hacer un trabajo de investigación sin que peligren sus vidas, pues la impunidad se cobija tras ese lugar común que es el crimen organizado. En realidad, muchas de las agresiones a periodistas provienen de grupos paramilitares directamente ligados al gobierno federal y a gobiernos locales: baste recordar el asesinato de un periodista norteamericano en los enfrentamientos entre la policía de Ulises Ruiz y la APPO, o el ataque sufrido también en Oaxaca por Érika Ramírez –egresada de Acatlán– y David Cilia, reportera y fotógrafo de la revista Contralínea, durante una emboscada de paramilitares priistas tendieron a la caravana que se dirigía a San Juan Copala y en la que murieron además dos activistas .
Entre el 2003 y el 2009 Reporteros Sin Fronteras había contabilizado 58 reporteros asesinados y 11 desaparecidos. Por supuesto que en muchos casos se buscó desvincular su muerte de su trabajo profesional con argumentos que pretendían convertir en crímenes pasionales, líos de faldas o pleitos de cantina esos asesinatos.
“… en Monterrey, hace tiempo que se hizo un protocolo a nivel de reporteros, para no indagar nada sobre asuntos policiacos. Sólo información oficial, sólo lo que diga una fuente precisa y que dé la cara. Aún teniendo datos suficientes para investigar, son pocos los que se atreven a hacerlo”, asegura Adriana Esthela Flores, reportera de Milenio en aquella localidad .
Balbina Flores, relatora de Reporteros Sin Fronteras, dice que los periodistas han pasado de la autocensura al silencio absoluto. Incluso conoce casos donde supuestos “reporteros” infiltrados entregan a sus compañeros a grupos delincuenciales .
Y aquí cabe la pregunta ¿Qué tan factible es hacer investigación bajo estas condiciones? Por supuesto que no es nada sencillo. Ningún investigador de cubículo, de esos mismos que denuncian la supuesta inexistencia de la investigación periodística, debe vivir esas condiciones que son el día a día del periodismo. Y sin embargo, hay periodismo de investigación en México, no siempre y no en todas partes, pero existe.
El papel de la investigación en la prensa
Los pocos medios de comunicación que no se han rendido a las exigencias del Estado mexicano de enseñar una realidad bonita, hecha a la medida de las aspiraciones calderonistas, deben enfrentar otra situación que no sufren los investigadores de cubículo: el ocultamiento de la información.
Si la búsqueda de la verdad es por sí misma una tarea ardua, cabe imaginar lo que es cuando todo un aparato de Estado se empeña en obstaculizarla. Las fuentes que deberían cumplir con el Derecho a la Información, uno de los Derechos Humanos, han urdido mil maneras de regateárnoslo.
Y la era de la tecnología ha modificado las formas de evitar que los periodistas se acerquen a esas verdades. Antes simplemente se nos negaba la información, asegura el periodista español Ignacio Ramonet. Hoy se nos vacía un camión de informaciones inútiles y desordenas sobre la cabeza de manera que bajo la premura del trabajo periodístico, la poca capacitación de los reporteros para lidiar con algunas herramientas computacionales como las bases de datos, y en muchos casos la simple flojera, se abandone la labor. Hoy se nos desinforma sobreinformándonos. Así, si no encontramos lo que queremos la culpa es nuestra .
Daniel Lizárraga, reportero de Proceso, narra que tras seguir todos los procedimientos y recursos de apelación ante el Instituto Federal de Acceso a la Información, para obligar al Estado a proporcionarle información sobre los gastos de Fox y Calderón desde que eran presidentes electos, recibió 15 enormes cajas de notas, recibos y facturas en un diablito, perfectamente revueltas. Otro con menos capacidad e interés en el asunto lo habría dejado ahí.
Sin embargo Lizárraga estaba dispuesto a encontrar lo que buscaba. Egresado de Acatlán hace ya varias generaciones, nunca recibió una formación en el uso de las nuevas tecnologías, así que debió asumir su aprendizaje solo con el apoyo de un amigo que le enseñó cómo hacer una base de datos. Luego se dio a la tarea de vaciar el contenido de cada documento en tablas para finalmente catalogarlo. La clasificación de aquellos papeles y el cruce de datos le permitieron realizar el libro “La corrupción azul”, que desnuda los manejos que entre bastidores hicieron desde antes de asumir la presidencia ambos panistas .
En muchos estados de la República, los reporteros tienen estudios de bachillerato e incluso de secundaria. ¿Cuántas herramientas cognoscitivas pueden tener para acercarse al trabajo de investigación, incluso con su mejor voluntad? Eso nos lleva a plantear otra característica del periodismo de investigación en México: está fuertemente centralizado en el Distrito Federal y las grandes ciudades como Guadalajara, Monterrey y otras con una larga tradición periodística como Xalapa, donde se edita el diario decano de la prensa nacional, El Dictamen .
Los más anticuados procesos de la investigación periodística se siguen usando, porque muchos de ellos se mantienen vigentes: la búsqueda en fuentes documentales al estilo tradicional, la conformación de archivos, el trabajo de campo en un estilo de observación no participante, la entrevista en sus múltiples formatos que van desde el sondeo y la encuesta hasta la entrevista interpersonal y el análisis de contenido
A ellas se han añadido otras como la búsqueda por Internet que permite el acceso a documentos que antes resultaban restringidos no por el poder sino por la distancia, como la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos para citar sólo un ejemplo, o la elaboración de bases de datos y hojas de cálculo en computadora que permiten un mucho más eficaz análisis y cruce de datos .
Ello ha devenido en una forma de hacer periodismo que los teóricos denominan “Periodismo Asistido por Ordenador”. Sus principales herramientas tecnológicas son las hojas de cálculo, entre las cuales Lotus, Quatro Pro y Excell son las más comunes, así como las bases de datos entre las que destacan Aproach, Fox Pro y Acces .
¿Cuáles son las diferencias entre el uso de estas herramientas y el viejo sistema de archivo? Más allá de cuestiones pragmáticas como el espacio mínimo que ocupa la información digital o la protección que se le puede dar a ésta hay que señalar las claras ventajas que el uso de las herramientas antes citadas ofrece al reportero. Las combinaciones infinitas de gráficos, tablas, textos e imágenes permiten innumerables opciones de análisis al periodista .
Si con las viejas herramientas de investigación el periodismo pudo generar un Watergate, con las nuevas ha permitido a Wikileaks. Claro que en la época de Nixon los valores sociales impedían a un funcionario estadounidense decir que no había dicho lo que Woodward y Bernstein habían oído al otro lado de la línea telefónica en una era en la que muchas veces no había ni grabadoras. Hoy, cuando ese sistema de valores ha cambiado, los periodistas deben ser cautelosos para no acabar siendo el cazador cazado.
Los programas espía, de rastreo de datos y actividad por Internet se están convirtiendo en auténticos atentados contra la libertad de información. Se usan para conocer el trabajo de los periodistas antes de ser publicado, para robar claves y para conocer sus fuentes, según advirtió el periodista colombiano Darío Restrepo en la XXI Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
Cuando el futuro nos alcanzó
Una clásica pregunta para cerrar el tema es qué nos depara el futuro. Creo que lo expuesto hasta ahora responde en buena medida la pregunta, pero hagamos un recuento rápido.
1. Mientras existan periodistas que por miedo o por conveniencia se convierten en voceros del Estado o de los poderes fácticos, hay pocas posibilidades de darle rigor científico a nuestra profesión.
2. Las múltiples formas de censura han hecho con todo, menos daño al periodismo que la impreparación de muchos reporteros. No basta con buenas intenciones o con “echarle muchas ganas”. El periodista debe prepararse y actualizarse continuamente para evitar ser un mero boletinero y convertirse en investigador.
3. La investigación periodística nos exigirá en el futuro inmediato una continua actualización en las nuevas tecnologías, sin dejar de dominar las antiguas.
Y sólo para responder a quienes ven en el periodismo una actividad superficial y menor, recordémosles que mientras el investigador de cubículo puede pasarse meses o años antes de generar un producto, el periodista debe generar de seis a ocho al día con el tiempo en su contra, aunque no tan en su contra como el Estado mexicano.


Fuentes:
1. Agencia EFE. Censura en el siglo XXI. 2 de diciembre de 2007.

2. Edo, Concha. Periodismo informativo e interpretativo. El impacto de Internet en la noticia, las fuentes y los géneros. Alfaomega, México, 2009.

3. Flores, Adriana Esthela. “50 muertos: Ya basta”. Milenio Monterrey. 27 de mayo de 2009. http://www.milenio.com/node/221690

4. Lizárraga Daniel. Periodismo, academia y transparencia informativa. Curso impartido a profesores de Comunicación de la FES Acatlán. 23 al 25 de junio de 2009.

5. Pena de Oliveira, Felipe. Teoría del periodismo. Alfaomega, México, 2009.

6. Ramírez Erika. “Sobrevivir a la emboscada”. Contralínea, 9 de mayo de 2010. http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2010/05/09/sobrevivir-a-la-emboscada/

7. Ramonet, Ignacio. “El periodismo del nuevo siglo”. Le Monde Diplomatique. http://www.lafactoriaweb.com/articulos/ramonet.htm

8. Reporteros Sin Fronteras; Informe Anual del 2007. http://www.rsf.org/IMG/pdf/rapport_es_bd-2.pdf

9. Saldívar, Alejandro. “Cuando una nota vale la vida”. Proceso. 15 de marzo de 2010. http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/77468