lunes, 29 de septiembre de 2008

La narración periodística

En un mundo invadido por las pantallas, la narración periodística es la vía de supervivencia de los medios escritos. Competir contra las imágenes coloridas y veloces de la televisión o el atractivo de la hipertextualidad de la Internet es posible sólo a través de una capacidad narrativa extraordinaria.

Cabe aquí recordar que el lector de hoy tiene poco tiempo, por lo que sólo leerá aquello que le sea útil o gratificante. En el terreno de “lo útil” se halla todo lo que se lee de manera obligada como instructivos, manuales y textos académicos; en el ámbito de lo gratificante puede haber dos tipos de lectura. La que coincide con los intereses personalísimos e individuales de cada lector y lo que se sea tan atrayente que lo atrape. Y esto último sólo puede ser la narrativa.

No es fácil romper los viejos moldes del periodismo. El modo de contar historias definió por años a los géneros periodísticos e incluso se convirtió en criterio ético: un adjetivo era tachado automáticamente como editorialización o subjetividad, sesgo, y hasta dolo del periodista. Al respecto, señala el periodista argentino Tomás Eloy Martínez:

El tradicional artículo noticioso está basado en una supuesta objetividad: estoy narrando desde una cierta distancia, desde una toma de distancia, estoy narrando hechos, estoy narrando datos, estoy narrando historias que me son ajenas, que están allá, del otro lado, y que las estoy exhibiendo con la misma frialdad que las exhibe la televisión, o Internet. Y obliga, además, a contar las dos partes de la historia. Siempre a hacer oír las dos campanas de la misma historia. Con oraciones declarativas, con una estructura de pirámide invertida y con respuesta a las preguntas clásicas.

Un periodismo frío, carente de narración y por ende de capacidad de conmover. Por contraparte, el Periodismo Narrativo tiene una voz subjetiva. Desde elegir el modo de contar una noticia, la cabeza que se le pone, el conjunto de datos que se usan en la noticia y cuál es su eje. Todo es subjetividad, la inteligencia y el punto de vista del periodista.

Cuando el periodismo trató de enfrentar el embate de las pantallas, quiso hacerlo con el lenguaje de la TV y la Internet bajo el pretexto de la falta de tiempo de los lectores. Es decir, en vez de competir con sus propias armas imitó las de otros medios. El resultado: notas cortas plagadas de infografía, atadas a la dictadura del diseño. Sin embargo, cuando la lectura es realmente gratificante el lector buscará el tiempo para acceder a ella. El periodista argentino recomienda por tanto competir con las armas propias de la prensa escrita y no las de la TV o la Internet.

Tuve una discusión muy amplia sobre este tema con algunos editores grandes, especialmente recuerdo a uno de la Argentina, y a él le parecía que mi punto de vista era razonable, pero que cambiar el periodismo escrito en otra dirección a la actual entraña una inversión muy amplia, me dijeron. El tema es que yo estoy convencido, tal como lo ha demostrado el caso emblemático del New York Times: que esa inversión se recupera con creces. Aunque, tras el cambio, perdió lectores al principio, hoy tiene más y mejor público, un público fiel, y tiene más y mejores anunciantes. Esto gracias a que publica las noticias con la fórmula del periodismo narrativo.

También el periodismo ha resuelto el problema a través de la narración, pero a los editores les cuesta aceptar que esa es la respuesta a lo que están buscando desde hace tanto tiempo.

Según José Francisco Sánchez, profesor de la Universidad de la Coruña, esa actitud no era una mera cerrazón de los académicos o de las empresas periodísticas, fue la manera de asegurar cierto nivel de calidad en los textos. El estilo estandarizado frenaba las ansias poéticas de los redactores y ponía la finalidad política del oficio por encima de la estética. Y de paso se libraban de problemas de interpretación que podían llegar hasta los tribunales, y de textos llenos de “lentejuelas, aparentemente bonitos, pero carentes de la información que busca el lector”. (Cantavella, 2004: 228).

A. ¿QUÉ ES NARRAR?

Siguiendo a José Francisco Sánchez, narrar significa poner en relación hechos y personas, establecer causas y efectos e instalar un orden en todos esos elementos de manera que una realidad desordenada cobre sentido para el lector. Y ese sentido no siempre se alcanza mediante la pirámide invertida, que resulta reiterativa y fragmentaria.

Dar sentido a la realidad a través de la redacción implica una claridad de pensamiento, en aspectos sintácticos y gramaticales, y una comprensión absoluta del tema a tratar. Un texto confuso será siempre producto de una mente confundida, ya por falta de herramientas lingüísticas, ya por falta de entendimiento del asunto, y a veces por ambas cosas. Y para ello es necesario conocer y comprender a cabalidad los elementos de una narración.

1. El tema central. Ni la redacción más preciosista y elaborada del mundo puede salvar un texto carente de tema. En “Los venezolanos van a la Meca”, de Andrés Oppenheimer, un lector desatento podría pensar que el tema es una tropa de señoras que van de compras. ¿Por qué es un texto tan atractivo? Porque el asunto es mucho más profundo y grave: las desigualdades económicas de una sociedad donde las familias pudientes toman un vuelo a Miami para gastar el dinero que en otros sectores de la sociedad haría falta para comer.

Las preguntas guía que debe hacerse el periodista al iniciar una narración son ¿cuál es mi tema? ¿Tengo o no tengo un tema? En caso afirmativo, ¿es de interés para los lectores?, ¿vale la pena de ser leído y por tanto de ser escrito o publicado?

Existen por supuesto una buena cantidad de asuntos que un medio de comunicación no puede omitir pero que generalmente no dan para escribir más de una cuartilla, como el estado del tiempo o la cotización de las divisas, a menos que caiga una nevada en una selva o se dispare una moneda de modo imprevisto.

Una manera de asegurarse de que se tiene un tema es acudir a los seis criterios de identificación de lo noticioso:

Impacto. La magnitud de un hecho se mide en función del número de personas a las que afecta, sea positiva o negativamente.

Proximidad. El acontecimiento más cercano siempre es más interesante. Esto vale no sólo para la proximidad geográfica, sino para otros modos de proximidad: emocional, racial, cultural, etc.

Oportunidad. Las noticias son útiles para la toma de decisiones; si la información llega tarde, más valdría que no hubiese llegado.

Prominencia. Los personajes más famosos, conocidos o influyentes, son más noticiosos que el hombre de la calle.

Novedad. El viejo axioma de Lord Northcliffe sobre que si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro, esa sí es una noticia, sigue siendo válido. Es noticioso lo inusual, lo raro, lo que no tiene precedente.

Conflicto. Guerras, desastres, confrontaciones políticas, crímenes son noticiosos. Cualquier perturbación de la paz, como estado si no natural, al menos deseable, entra en el terreno de lo anómalo y por eso, es noticia.

2. El personaje. Algunos personajes son tema y noticia por sí mismos. Pertenecen a mundos tan atractivos como la farándula, el arte, la política o la alta sociedad. Pero el hombre de la calle también merece un espacio en las planas de los periódicos.

Recuperar la voz del hombre de la calle en lo individual puede permitirnos retratar una clase social, un segmento de edad o clase, un contexto cultural o un modo de entender la vida. Cierto es que los personajes famosos son muy atractivos en términos de venta de ejemplares, pero al lector también le interesa verse retratado con sus inquietudes, aflicciones y necesidades. Un periodismo que sólo hable de vivencias que le son ajenas no le sirve para tomar decisiones. Martínez propuso narrar la historia de un individuo como parte esencial para que los relatos fueran cercanos a sus lectores

En The New York Times del domingo 28 de septiembre, cuatro de los seis artículos de la primera página compartían un rasgo llamativo: cuando daban una noticia, los cuatro la contaban a través de la experiencia de un individuo en particular, un personaje paradigmático que reflejaba, por sí solo, todas las facetas de esa noticia. Lo que buscaban aquellos artículos era que el lector identificara un destino ajeno con su propio destino. Que el lector se dijera: a mí también puede pasarme esto. Cuando leemos que hubo cien mil víctimas en un maremoto de Bangla Desh, el dato nos asombra pero no nos conmueve. Si leyéramos, en cambio, la tragedia de una mujer que ha quedado sola en el mundo después del maremoto y siguiéramos paso a paso la historia de sus pérdidas, sabríamos todo lo que hay que saber sobre ese maremoto y todo lo que hay que saber sobre el azar y sobre las desgracias involuntarias y repentinas. Hegel primero, y después Borges, escribieron que la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres. Esa es la gran lección que están aprendiendo los periódicos en este fin de siglo. (Eloy Martínez, 1997)

Lo que busca transmitir Eloy Martínez es el modo en que la narración de un suceso a través de un personaje, puede hacer más cercanos los hechos a los lectores. Independientemente del dato duro indispensable en el periodismo informativo, el objetivo de conmover que define a la crónica sólo puede lograrse cuando se tocan ciertas fibras en el lector.

Para el argentino, “la gran respuesta del periodismo escrito contemporáneo al desafío de los medios audiovisuales es descubrir, donde antes había sólo un hecho, al ser humano que está detrás de ese hecho, a la persona de carne y hueso afectada por los vientos de la realidad”.

A su parecer la noticia ha dejado de ser objetiva y ha roto los cánones casi sagrados de la pirámide invertida al volverse individual. Las noticias mejor contadas, dice, “son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta saber. Y para ello lo primero que debe averiguarse es quién es ese personaje paradigmático que puede reflejar en sí mismo las cambiantes luces de la realidad”.

3. El escenario. Los lugares suelen reflejar a las personas que los habitan. Sus vivencias, sus historias, su carácter. Parte de la comunicación no verbal está más allá de los gestos o las actitudes de un personaje; los objetos de su propiedad, su acomodo en el espacio, la cantidad de bienes que acumula, hablan de la personalidad más allá de lo que se dice.

El periodista argentino Juan Pablo Meneses –que juega con la idea de que una crónica es un asalto en el que robamos parte de las vivencias ajenas- señala sobre al respecto:

“Sin un escenario real, nunca habrá acción. El cronista no le teme a la realidad ni necesita esconderla en mentiras, como la literatura. Por lo mismo, es clave para nuestro asalto tener un escenario donde sucedan los hechos. Nuestro museo a desvalijar debe ser concreto, cuantificable y, por lo mismo, descriptible. No sólo debemos conocerlo bien, sino que contarlo”. (Meneses, 2006: 15). Ejemplo de esa capacidad de describir la pone en práctica, de manera contradictoria, hablando de una ciudad que todavía no conoce:

“¿Qué se hace cuando uno no conoce la ciudad a la que se viaja? La alternativa común es preguntarle a alguien que ya fue, o leer algún artículo, o comprarte una guía de viajes, o buscar en internet. Pero, por sobre todo lo anterior, uno imagina. A Huesca la imagino vieja, con edificios antiguos y fachadas de piedra. Con calles angostas y bares y cafeterías donde transcurre gran parte de la vida de una ciudad pequeña. Se que está cerca la montaña y que a pocos minutos quedan algunas de las mejores pistas de esquí de España. Así que es posible que en Huesca haya muchas tiendas de ropa de nieve, y oficinas de turismo que organizan viajes para esquiar. Como en todo el interior de España, seguramente hay buenos sitios de tapas y restaurantes con piernas de jamón colgadas del techo y tragamonedas donde los viejos van metiendo su jubilación sin despegarse el cigarro de la boca.
Llegar a una ciudad que no conocemos es bastante parecido a una cita a ciegas. Una cita donde el momento del encuentro es cuando choca la ficción con la no ficción. Extraño momento ¿Cómo será Huesca?” (Meneses, 2006: 9-10)

Una de las dudas –razonables– del estudiante de periodismo es en dónde empieza la literatura y dónde termina el periodismo. La respuesta no es tan compleja como parece si nos atenemos a las técnicas y los géneros periodísticos y literarios. Es más bien un problema de contenido: no importa si se usan sólo técnicas literarias para describir y narrar, si lo que se narra es real y de interés público, es periodismo. Por contraparte, la presencia de la ficción convierte al texto en literatura.

Para hablar de Periodismo Literario es necesario hacer mención del periodista propiamente dicho y del literato como hombre que oficia -utilizando el expediente de la ficción- a través de la palabra escrita. El primero, aún conociendo las herramientas fundamentales del género, podría desarrollar reportajes, crónicas o perfiles mediante un lenguaje sencillo, unas técnicas de aceptable relevancia y una narración que podrá satisfacer medianas exigencias estéticas. El segundo, por sí solo, podría ser un formidable creador de historias, un inventor de realidades o, como diría Mario Vargas Llosa, "un rebelde contra la creación de Dios que es la realidad… Una tentativa de corrección, cambio o abolición de la realidad real, de su sustitución por la realidad ficticia que el novelista crea. Éste es un disidente: crea vida ilusoria, crea mundos verbales porque no acepta la vida y el mundo tal como son (o como cree que son). La raíz de su vocación es un sentimiento de insatisfacción contra la vida; cada novela es un deicidio secreto, un asesinato simbólico de la realidad". (Saad y de la Hoz Simanca, 2001: 1).

Se destaca que el Periodismo Narrativo tiene una subjetividad total, desde la elección del título, a la forma de contar el hecho y en los elementos escogidos para el relato. La diferencia más importante entre el periodismo narrativo y el periodismo convencional, o tradicional, no es sólo el hallazgo de uno a varios relatos particulares que ejemplifiquen una situación general, sino también el cambio que se produce en la relación del escritor con la gente y los sucesos que describe.

El punto de vista es muy importante. Por ejemplo: puedes contar el derrumbe de las torres gemelas desde la perspectiva de la tragedia de los 3.000 muertos, y de la violación al imperio americano. O puedes contarlo como lo hizo Susan Sontag: desde el heroísmo de los suicidas musulmanes que tienen el coraje para meterse en un avión norteamericano y atentar contra el imperio en defensa de sus ideas. Dos modos de ver una misma realidad: de un lado o del otro de la historia. Pero, aparentemente los dos son objetivos para algunos.

No hay comentarios: