lunes, 29 de septiembre de 2008

Prensa chicana y latina: la lucha por la dignidad en líneas ágata

Conferencia dictada durante el Coloquio El papel de la Prensa en la construcción de un proyecto de nación, en la FES Acatlán, el pasado 13 de octubre de 2008

Introducción
El periodismo en español en Estados Unidos comenzó hace exactamente 200 años, en 1808, aunque algunos autores afirman sin documentarlo, que desde el nacimiento de aquella nación hubo allá periódicos en castellano. Hoy la prensa chicana y latina en este idioma es una pujante industria con más de 1500 publicaciones, algunas tan antiguas como “El Diario La Prensa” de Nueva York, fundado en 1913 y que hoy tiene tirajes de 60 mil ejemplares diarios, o algunos tan exitosos como “La Opinión” de Los Ángeles, que vende cada día 125 mil ejemplares.

Los inicios fueron muy modestos y representaron en muchas ocasiones una lucha desigual contra las instituciones estadounidenses. El objeto de esta ponencia es describir los inicios de la prensa chicana y latina en Estados Unidos en el siglo XIX, y explicar las vertientes que tuvo en aquella época.

Funciones de la prensa latina y chicana
Nicolás Kanellos señala las funciones que ha cumplido durante doscientos años la prensa latina, a la que clasifica en tres grandes grupos: una prensa dirigida a inmigrantes, cuyo objetivo primordial es ayudarles en su inserción en la sociedad receptora; una prensa nativa para los estadounidenses de origen latino, que pretende mantener los vínculos con su cultura de origen y una prensa en el exilio, que busca cambiar las condiciones políticas del país de origen usando a Estados Unidos como plataforma para influir en ese cambio, mediante la publicación de periódicos para la comunidad en el exilio, y a veces para ser enviados al país con fines propagandísticos y hasta subversivos. Respecto a las funciones de esos tres tipos de prensa apunta que:

La prensa en español ha informado primordialmente a la comunidad acerca de asuntos, negocios locales, política, productos y servicios de su interés. Adicionalmente, muchos periódicos han funcionado, si no como baluartes de la cultura inmigrante, al menos como protectores del lenguaje, cultura y derechos de una minoría étnica dentro de una cultura mayor, que en el mejor de los casos los ignora y en el peor les es abiertamente hostil. [1]

De modo más específico, Kanellos indica que la prensa inmigrante ha cumplido funciones que jamás tendría que plantearse el periodismo de Latinoamérica y España, por las condiciones de minoría étnica en que viven los latinos en Estados Unidos. Entre esas funciones –algunas de las cuales también cumple la prensa nativa y la prensa en el exilio– se encuentran:

Ofrecer información alternativa, muchas veces contraria a la de la prensa anglosajona.
Dar al inmigrante elementos culturales para nutrir los esfuerzos de resistencia a la amenaza que la cultura estadounidense representa para la comunidad hispana.
Tener una mejor imagen de sí mismos que la que le ofrece la prensa estadounidense.
Defender los derechos e intereses de esa comunidad como minoría étnica dentro de una nación consistentemente antagónica a la hispanidad.
Vincular a los latinos con la nación de origen al proveer de noticias de esos países.
Promover los valores de la sociedad hispana como la familia, la moral, la religión a través del patrocinio de actos culturales y patrióticos.
Ejercer un activismo social y político en defensa de los inmigrantes ante los abusos de la autoridad anglosajona.
Educar y proteger al lenguaje mediante la publicación de textos literarios en lengua española.
Defender al catolicismo ante la amenaza que representa para muchos hispanos el protestantismo.
Es también un medio de entretenimiento y de expresión de la comunidad que ofrece servicios y productos específicamente dirigidos a ellos. [2]

José Luis Benavides Ledesma, académico español de la Universidad del Estado de California Northridge, expresa que el periodismo hispano en Estados Unidos asumió un papel fundamental para su comunidad, “ya que ha servido de mediador entre la cultura dominante y la oprimida, sirviendo al mismo tiempo como defensor y opresor de la comunidad que dice representar”. [3]

…la prensa en español ha sido utilizada históricamente como un “instrumento de control social”. En California, por ejemplo, los primeros periódicos en español fueron simples suplementos con traducciones retrasadas del contenido de los periódicos en inglés. De modo que la propiedad, el contenido y el acceso a estos medios estaban determinados por periódicos y periodistas no hispanos. Estos periódicos como el Star de Los Ángeles, eran incluso subsidiados por el gobierno estatal (…) la prensa en español también ha desempeñado el papel de “defensora de los derechos de los hispanos” de Estados Unidos. En California por ejemplo, el primer periódico en español que se proclamó abiertamente como defensor de los hispanos fue El Clamor Público (…) La prensa en español ha servido como “reflejo de la vida de los hispanos en Estados Unidos” algo que nunca han hecho los medios en inglés, los cuales prestan poca atención a los latinos y los estereotipan. A pesar de que la población latina de los Estados Unidos representa hoy más del 13% de la población total, los telediarios de las cadenas de televisión en inglés más importantes sólo les dedicaron menos del uno por ciento (0,75%) de sus notas en todo el año 2002. Y dos terceras partes de estas notas se centraban en tres temas: crimen, terrorismo e inmigración ilegal… [4]

La prensa en el exilio es la más antigua entre las surgidas allá en nuestro idioma, y hoy está casi extinta porque las condiciones políticas que le dieron origen han desaparecido. Kanellos la define como aquella que “utiliza la ventaja y protección de una nación extranjera para emitir mensajes rechazados por las autoridades en la patria de origen”. A lo largo del siglo XIX esas condiciones estuvieron ligadas a los movimientos independentistas; hoy lo más cercano a aquella es la prensa anticastrista de Miami, salvando las evidentes diferencias ideológicas.

Pero la raison d’etre de la prensa en el exilio ha sido siempre la de influir en la vida y la política del país de origen y desde ahí distribuir publicaciones a la comunidad expatriada. Sus esfuerzos están dirigidos a proveer informaciones y opiniones acerca del terruño, cambiar o afianzar opiniones acerca de las políticas y el régimen en la patria, y asistir a la fundación de organizaciones que sirvan para derrocar al régimen. [5]

Por último se encuentra la llamada prensa nativa, que es producto de las dos anteriores. La mayoría de los inmigrantes viajaron a Estados Unidos para resolver problemas inmediatos pero siempre tuvieron el plan de regresar. Los exiliados jamás quisieron salir de su patria y estaban seguros de volver en cuanto las condiciones políticas les fueran favorables. Con el paso de los años tuvieron hijos norteamericanos y las circunstancias les impidieron el retorno. Sus descendientes de segunda a cuarta generación tienen necesidades que no cubre del todo la prensa estadounidense pero tampoco la inmigrante. De hecho, algunos periódicos dirigidos a latinos nativos se editan en inglés.

La prensa hispana nativa se desarrolló primero en el suroeste americano a mediados del siglo XIX y más tarde en las comunidades hispanas posteriores, sirviendo principalmente a un sector de lectores que eran ciudadanos estadounidenses. Conocedora del estatus racial, étnico y/o minoritario de sus lectores dentro de la sociedad y cultura estadounidenses, esta prensa puede usar inglés o español e incluir a los inmigrantes entre sus lectores, cubriendo información del interés de estos últimos; puede publicar comentarios y noticias sobre varios territorios de origen como Cuba, México, Puerto Rico o España, pero su fundamental razón de existir y su punto de referencia son las condiciones de vida de sus lectores en los Estados Unidos. A diferencia de la prensa inmigrante, la prensa hispana nativa no tiene un pie en el terruño. [6]

Orígenes de la prensa chicana y latina en el siglo XIX
Ya habíamos comentado que algunos académicos señalaban la existencia de diarios en castellano en territorio estadounidense antes del siglo XIX. El español José Luis Benavides, de la Universidad del Estado de California Northridge, afirma que “De hecho, en muchas partes del llamado suroeste estadounidense ya existían periódicos en español antes de la llegada de la población angloparlante”, [7] pero no aclara si se refiere a la llegada de anglosajones a lo que hoy es Estados Unidos en 1620, de lo cual no existe documentación, o al suroeste estadounidense, específicamente a Texas en 1820. De ser así se referiría exclusivamente a cinco periódicos en sólo dos estados –y no “en muchas partes” –: Luisiana y Texas.

Federico Subervi, profesor de la Universidad Estatal de Texas y director de The Latinos and Media Project asegura que “por cualquier camino que nos acerquemos al estudio del tema de los medios de comunicación latinos en Estados Unidos, el punto de partida debe ser el reconocimiento de que periódicos y revistas en español han circulado en el norte desde el siglo XVIII”. [8] Sin embargo no cita registros de las publicaciones anteriores a 1800.

Nicolás Kanellos, doctor por la Universidad de Texas, señala 1808 como la fecha de edición del primer periódico en español en los Estados Unidos, denominado “El Misisipí” (sic), en Nueva Orleáns. La tardía publicación de ese diario se explica por la centralización de actividades de la Nueva España en su capital, y la escasa y dispersa población de su frontera norte, hoy suroeste estadounidense. Si a eso se añaden las dificultades para importar imprentas y la rígida censura que sobre los impresos ejercían la corona española y la Iglesia católica es fácil comprender por qué hay un siglo de diferencia entre “El Misisipí” y sus similares de la Ciudad de México y Boston.

En cinco años sólo se vieron nacer dos diarios cuya misión primordial fuese informar: el citado y otro llamado “El Mensagero Luisianés” (sic) de 1809. Publicaban noticias sobre política local, negocios y productos. Sólo más tarde el periodismo hispano buscó preservar la lengua española, o defender los derechos de inmigrantes. “El Misisipí” sólo fue publicado de 1808 a 1810 por H. Johnson and Company, mientras “El Mensagero Luisianés”, del editor Joaquín de Lisa, lo hizo de 1809 a 1811. Ambos fueron semanarios. [9]

En tanto, la efervescencia política en las colonias españolas hacía previsible su independización de la corona. El liberal español Xavier Mina emprendió un viaje en 1816 desde su país para apoyar la causa iniciada en México por Miguel Hidalgo, para lo cual vendió sus propiedades y compró pertrechos de guerra además de una imprenta, pues consideraba indispensable la propaganda del ideario liberal.

Arribó a los Estados Unidos donde consiguió tropas mercenarias y se dirigió hacia Soto la Marina, Tamaulipas, pero abandonó la imprenta en Texas. Esa máquina fue la primera de su tipo en el suroeste estadounidense, pero al no dársele el uso previsto, la historia apenas si la consigna. Por eso es que algunos investigadores consideran las prensas introducidas a California y Nuevo México en 1834 como las primeras en arribar al área.

Aún así Mina hizo publicar a partir del 26 de abril de 1817 un “Boletín Ausiliar (sic) de la República Mexicana que se imprimió en Soto la Marina, en el hoy Estado de Tamaulipas”. [10]

En 1813 dos periódicos más aparecieron en Texas: “La Gaceta de Texas” y “El Mexicano”. Sin embargo su función no era la de informar sobre los asuntos de interés para un público local sino hacer proselitismo sobre la causa independentista mexicana entre los habitantes de este país. Con ellos se inicia otro periodo de la historia del periodismo hispano en los Estados Unidos: el de la prensa hispana en el exilio.[11] Además del “Misisipí” y “El Mensagero Luisianés”, pocas publicaciones hispanas surgieron entre 1808 y 1839, cuando comenzaron los conflictos entre México y Estados Unidos por la posesión de Texas.

En 1834 se imprimió en Nuevo México “El Crepúsculo de la Libertad”, mientras que en Monterrey, California, Alberto Zamorano instaló una imprenta que muchos califican como la primera, y la usó para imprimir una hoja de negocios en español. Cuando las hostilidades entre México y Estados Unidos alcanzaban su peor momento antes de la guerra, en 1846 se imprimió “Californian”, un periódico anexionista hispano.[12]

Un folleto de la Oficina del Censo de Estados Unidos de fines del siglo XX citaba la descripción que de sí misma hacía la población chicana: “Nosotros no fuimos a los Estados Unidos. Los Estados Unidos vinieron a nosotros”.[13] Esta frase podría ser una metáfora de lo que vivieron los mexicanos que en 1847, sin haberse movido de sus casas, se durmieron en un país y amanecieron en otro.
Con la firma de los Tratados de Guadalupe Hidalgo, a esos mexicanos se les conminó a “regresar a México” o adoptar las leyes estadounidenses. El supuesto regreso era imposible para muchos de ellos que nunca habían salido de sus pueblos, donde estaba todo lo que conocían: sus tierras de cultivo, sus familiares, sus muertos. Por eso muchos mexicanos optaron por quedarse, o no vieron otra opción. Ese marco hizo necesaria la existencia de una prensa inmigrante, que satisficiera sus necesidades sin militar en la política ni buscar interferir con los sucesos de su país de origen.

Así, en el segundo tercio del siglo XIX (de 1839 a 1868) se tiene documentada la existencia de otras 97 nuevas publicaciones periódicas, algunas de ellas muy especializadas como “Boletín de Noticias y Precios Corrientes” (1862) y “El espejo masónico” (1866), otras humorísticas como “El hablador” (1845), “El pobre diablo” (1847) y “El Guao, Publicación Venenosa” (1853); varias tremendamente regionalistas como el “Sonora Herald” (1850), y de nacionalidades distintas a las tres predominantes entre las hispanas, como “La Estrella de Panamá” (1853), “La voz de Chile y las Repúblicas Americanas” (1867) y “La voz de Chile y El Nuevo Mundo” (1868), “Las Novedades de España y los Pueblos Hispanoamericanos” (1876) y “Ecuador” (1891).

Por supuesto hay que recordar que entre las 97 citadas muchas son publicaciones de exiliados, y algunas más, aunque hechas y dirigidas por hispanos, estaban redactadas en inglés como “Mexican Advocate” de 1844, “The Ancon” de 1844, “Scientific American Export Edition” de 1845, “Californian” de 1846, “Santa Fe Republican” (1847), “The Corpus Christi Star” (1848), “The New Mexican” (1849), y algunas incluso en francés, segundo idioma de las elites mexicanas cultas del periodo porfirista, como “L’Abeille” (1827), “L’Avenir du peuple” y “L’Omnibus” (1840), entre otras. [14]

Mención aparte merecen las publicaciones en español hechas por anglosajones, incluso por gobiernos locales, con la finalidad de ejercer el control social sobre los hispanos. En California, por ejemplo, los primeros periódicos en español fueron simples suplementos con traducciones retrasadas del contenido de los periódicos en inglés. De modo que la propiedad, el contenido y el acceso a estos medios eran determinados por periódicos y por periodistas no hispanos. Estos periódicos, como el “Star” de los Ángeles, eran incluso subsidiados por el gobierno estatal para que publicaran secciones en español, como “La Estrella de los Ángeles”, ya que daban a conocer las nuevas leyes del Estado a los hispanohablantes. [15]

Por supuesto, las primeras publicaciones en español tuvieron mayores dificultades que sus predecesoras. Los sistemas de impresión de la época hacían costoso en términos monetarios y de recursos humanos realizar cualquier publicación, por lo que éstas resultaban muy caras para la mayoría de la gente. Había menos población alfabetizada, y aquella que tenía interés y dinero para comprar un periódico solía prestarlo a otros lectores –fenómeno que ocurre hasta hoy- por lo que el periodismo raramente podía ser autosuficiente.

De ahí que muchas de las publicaciones más antiguas hayan logrado sacar apenas tres o cuatro números, con la excepción de los periódicos subsidiados como “La Estrella de los Ángeles” o las publicaciones de exiliados, que asumían las pérdidas económicas con tal de realizar sus objetivos políticos, además de recibir donativos de los simpatizantes con su causa.

Conforme las distintas comunidades hispanas pudieron asentarse y alcanzar cierta estabilidad económica, y avanzaron las técnicas de impresión, la posibilidad de supervivencia de los periódicos se hizo mayor, y dependió cada vez más de su capacidad de satisfacer los gustos y las necesidades informativas de los lectores, y no de la economía personal del impresor.

Uno de los primeros periódicos de larga duración fue “La Bandera”, que empezó a publicarse en 1848 y cerró en 1863, seguido por “La Sociedad” cuya vida abarcó de 1869 a 1895. [16] La mayor parte de esos periódicos se concentraron en el estado de California y el crecimiento desmesurado que tuvo la prensa hispana ahí, se debió en buena medida al hallazgo de vetas de oro en 1848 por James W. Marshall, lo que provocó la llamada “carrera del oro”.

La esperanza de enriquecimiento rápido y fácil atrajo aventureros y gambusinos de muchas partes del mundo. Por primera vez una corriente considerable de sudamericanos, sobre todo chilenos, colombianos y argentinos, inmigró a Estados Unidos. La llegada masiva de habitantes a California produjo necesidades inéditas y por tanto oportunidades de negocios distintos al oro: alimentos, vivienda, ropa y por supuesto, información en los distintos idiomas.

…en 1846 cuando estalló la guerra con México, sólo había unos 700 estadounidenses en California. El descubrimiento de oro en Sutter’s Mill, cerca de Sacramento, en 1848, inició la “carrera del oro”, la que para 1850, cuando California se convirtió en estado, había elevado la población total de la zona a unas 90,000 personas. Los buscadores de oro llegaban por mar, doblando el Cabo de Hornos o después de cruzar por tierra México o algún otro país de América Central, o bien por diversas rutas terrestres… [17]

El otro fenómeno poblacional provocado por la fiebre del oro fue que atrajo también anglosajones de distintos estados de la Unión Americana, pues los 90 mil nuevos habitantes de California no eran todos extranjeros; con ello se recrudeció el debate sobre quién tenía derecho a beneficiarse con el producto de las minas y las fértiles tierras californianas, sobre todo porque todavía un año antes California era territorio mexicano. Ello devino en conflictos y por ende en la necesidad para los latinos de denunciar, cohesionarse, difundir sus derechos, etc. a través de la prensa.

San Francisco tuvo entre 1850 y 1870 la prensa en español más grande en número de títulos, con las publicaciones de más larga vida y más exitosas en lo económico hasta entonces en los Estados Unidos: “Sud Americano” (1855), “El Eco del Pacífico” (1856), “La voz de Méjico” (1862), “El Nuevo Mundo” (1864) entre los más notables; eran periódicos cuyos dueños y editores eran principalmente españoles, chilenos, colombianos y mexicanos. [18]

Otro tanto sucedía en Los Ángeles, donde se publicaron “El Clamor Público” (1855), “La Crónica” (1872), “El Joven” (1877), “El Aguacero” (1878), “El Demócrata (1882), “La Fe en la Democracia” (1884), “El Eco Mexicano” (1885) y “El Espejo” (1886) entre otros. Si hasta la década de 1870 la aparición de periódicos hispanos en los Estados Unidos era de unos diez por año, en 1890 fue de 22 y en 1895 fue de 33. [19]

Los periódicos en español de San Francisco y Los Ángeles solían publicar noticias de los países de origen de los editores, pero añadían la cobertura de otras naciones hispanas como España, Chile y Centroamérica; generalmente ayudaban mediante sus artículos a los inmigrantes en su adaptación al nuevo entorno. Cubrían los sucesos que podrían ser más interesantes para sus lectores, como la Intervención Francesa en México y organizaban colectas de caridad. Una de las funciones más importantes que realizaron los periódicos hispanos de California fue la de denunciar los actos de discriminación y persecución contra miembros de la comunidad, y casi siempre vieron la defensa de la “colonia hispana” como una de sus prioridades.

Durante la Guerra Civil o de Secesión, los lectores hispanos del suroeste se mantuvieron fuertemente interesados sobre los asuntos raciales en Estados Unidos y simpatizaron ideológicamente con el norte, lo cual se vio reflejado en las páginas de aquellos periódicos. [20]

El primer diario que se proclamó públicamente como “defensor de los derechos de los hispanos” fue “El Clamor Público”, fundado en 1855 por periodistas disidentes de “La Estrella de los Ángeles”, que como se explicó antes, era la versión en español de un diario anglosajón, subsidiado por el Estado. Francisco P. Ramírez, que contaba con sólo 17 años cuando tomó la dirección del periódico, defendía en principio la necesidad de que los mexicanos se asimilaran a la sociedad receptora y que aprendieran inglés. Sin embargo los linchamientos contra mexicanos y otros actos de injusticia y discriminación lo llevaron a ser uno de los máximos defensores de su comunidad a través de las planas de “El Clamor Público”. [21] Se trataba de un periódico que inauguró una línea contestataria:

Como resultado de la guerra de 1848, la prensa en español toma un papel más activo en la denuncia de las violaciones de que eran objeto los mexicanos, contribuyendo así a despertar su conciencia étnica y su nacionalismo. El Clamor Público, editado en Los Ángeles por Francisco Ramírez durante el periodo 1855 a 1859, fue pionero en esta tónica, seguido por Las Dos Repúblicas, editado en Los Ángeles y con sucursales en todo California, Arizona y Nuevo México. De hecho, este último estado vio nacer la primera asociación de periodistas hispanos, la Prensa Asociada Hispano-Americana. [22]

Una de las características principales de “El Clamor Público” fue que mantuvo contacto con las comunidades hispanas fuera del estado de California, y trató de presentar una imagen de educación y refinamiento, en respuesta a la propaganda negativa que hacían los anglos de los hispanos a través de la doctrina del Destino Manifiesto.

Aunque dependía de un subsidio por parte de la ciudad de Los Ángeles, “El Clamor Público” tenía fuertes lazos con los empresarios anglosajones de la ciudad, y se inclinó por el Partido Republicano. Desde sus páginas Ramírez insistió en la necesidad de que los hispanos aprendieran inglés para defender sus derechos civiles y para hacer negocios, sin dejar el idioma español como medio de preservación de su cultura y conciencia. [23]

Ramírez se convirtió en pocos años en un crítico feroz del sistema estadounidense, al percatarse de que las injusticias contra los hispanos no eran hechos aislados, ni siquiera privativos de California, sino comunes en todo el país. Ante el linchamiento de tres mexicanos acusados de robo escribió uno de los artículos más duros de su época y terminó por sustituir la palabra democracia por “linchocracia”. Propuso el término “La Raza” para designar a los californios, adoptado un siglo después por el movimiento chicano y denunció la iniquidad de la justicia estadounidense e insistió en recordar a California así: “this land is our land” hasta que llegó a la conclusión de que los californios, debían abandonar esa tierra. Él lo hizo en 1859 y se fue a México, donde trabajó para el periódico “La Estrella de Sonora”. Después regresó a Estados Unidos y colaboró con “El Nuevo Mundo” de San Francisco, “La Crónica” de Los Ángeles y “La Gaceta” de Santa Bárbara. Acusado de fraude huyó a México y se cree que murió en Baja California. [24]

A manera de conclusiones
Pese a las adversas condiciones en que vivió la prensa chicana y latina en sus inicios, factores como la fortaleza de convicciones de hombres como Francisco P. Ramírez, el mantenimiento de los vínculos con las culturas de origen, y la solidez de éstas, permitieron a este periodismo hecho a contracorriente sobrevivir a la consistente hostilidad por parte de la cultura hegemónica.

Por supuesto la historia que he presentado hasta aquí es incompleta, aún si nos remitimos exclusivamente al siglo XIX. Figuras de la prensa en el exilio de finales del siglo XIX que no fueron tocadas en este trabajo han merecido libros completos: Ricardo Flores Magón, que hizo algunas épocas del periódico “Regeneración” en territorio estadounidense y José Martí, quien editó allá “Patria”. A caballo entre el siglo XIX y XX, el primero sentó muchas bases de la Constitución que aún rige México, mientras el segundo sigue siendo motor, por lo menos en el discurso, de la Revolución Cubana.

Sin embargo, el trabajo de esos dos próceres latinoamericanos y de algunos de otras nacionalidades, no habría sido posible sin los pioneros que hemos querido presentar en este trabajo. La misma prensa hispana actual es heredera de aquellos primeros intentos de hacer un periodismo al servicio de comunidades específicas, con necesidades informativas diferentes a las de la demás población del país, y con características culturales muy definidas.

Cabe hacer notar que el estar insertos dentro de otra cultura hizo que los periódicos chicanos y latinos tuvieran vaivenes que dependían de las situaciones políticas y económicas internas. Esa es una constante doscientos años después de inaugurado aquel periodismo, que aún debe padecer. Del mismo modo que la colonización anglosajona de Texas, la anexión de territorios mexicanos o la carrera del oro determinaron la mayor o menor creación de periódicos y su supervivencia, hoy la economía de mercado ha determinado una feroz competencia de los consorcios anglosajones por el creciente número de lectores en español.

No sólo por tener un desarrollo interesantísimo y casi heroico en muchos momentos, sino por explicar gran parte de las características del actual y floreciente periodismo en español, es necesario rescatar la historia de una prensa que está indisolublemente ligada con la historia no sólo de los chicanos y latinos en Estados Unidos, sino con la de México, Norteamérica, y sus respectivas industrias periodísticas.

Referencias
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____________ “El periodismo hispano en los Estados Unidos. Apuntes para la historia”. Revista Telos no. 35 http://www.campusred.net/telos/anteriores/num_035_inves_documentos0.html

OROZCO, Graciela. Los Medios de Comunicación en Español en los Estados Unidos. México, Fundación de Solidaridad Mexicano Americana-ILCE. 2005.

RAMÍREZ MORALES, Axel. “La población de origen hispano en Estados Unidos entre 1961 y 1989” en BERNAL FERRER, Iliana (compiladora). Norteamérica: relaciones políticas, espacio y sociedad. ENEP Acatlán, UNAM. México, 1994.

REED Torres, Luis y Ruiz Castañeda, María del Carmen. El periodismo en México, 500 años de historia. EDAMEX, México, 1998.

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[1] KANELLOS, Nicolás y Martell, Helvetia. Hispanic Periodicals in the United Status, origins to 1960. A Brief History and Comprehensive Bibliography. Arte Público Press, Houston, Texas. 2000, p. 7
[2] KANELLOS. “El periodismo hispano en los Estados Unidos. Apuntes para la historia”. Revista Telos no. 35
[3] BENAVIDES LEDESMA, José Luis y Quintero Herrera Carlos. Escribir en prensa, 2ª. Edición. Pearson Educación, Madrid, 2004. p. 37
[4] Ibid. p. 39
KANELLOS, Hispanic periodicals. p. 8. Los subrayados se encuentran en la lengua que usó el autor en el original, mientras el resto fue escrito en inglés.
[6] Ibid. p. 32
[7] BENAVIDES Ledesma. Op. Cit. p. 37. Subrayado mío.
[8] SUBERVI-VÉLEZ, Federico. “Los medios de comunicación en Estados Unidos, categorías y funciones”, en Los mexicanos de aquí y de allá: problemas comunes. Memoria del Segundo Foro de Reflexión Binacional, México DF, Senado de la República-Fundación de Solidaridad Mexicano Americana. 2006, p. 200
[9] KANELLOS, Hispanics Periodicals. Op. Cit. pp. 4-5
[10] REED Torres, Luis y Ruiz Castañeda, María del Carmen. El periodismo en México, 500 años de historia. EDAMEX, México, 1998, p. 120.
[11] KANELLOS, Hispanic periodicals, Op. Cit. 4-5
[12] OROZCO, Graciela. Los Medios de Comunicación en Español en los Estados Unidos. México, Fundación de Solidaridad Mexicano Americana-ILCE. 2005. p. 10
[13] SOLLORS, Werner. Beyond Ethnicity. Consent and Descent in American Culture. Oxford University Press, 1986.. p. 8
[14] KANELLOS, Hispanic periodicals, Op. Cit. pp. 309-311
[15] BENAVIDES, Op. Cit., p. 38
[16] KANELLOS, Hispanic Periodicals, p. 33
[17] DEGLER, Carl N. et. al. Historia de los Estados Unidos. La experiencia democrática. Noriega Editores, México, 1992. p. 211
[18] KANELLOS, Hispanic Periodicals, p. 33
[19] Ibid. p. 311-317.
[20] Ibid. p. 34
[21] BENAVIDES, Op. Cit., p. 38.
[22] OROZCO, Graciela. Op. cit. p. 10.
[23] KANELLOS, Hispanic Periodicals, p. 88
[24] Ibid. 89-91

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